VALPARAÍSO, ENTRE EL ANFITEATRO Y LA EXPLANADA. LA DISPUTA POR LA EXPANSIÓN DEL PUERTO.
Las
discusiones y debates en Valparaíso acerca de qué debe hacerse en la
ciudad o qué no debe hacerse parecen interminables, hasta el punto de
tornarse exasperantes. De entre todos los temas que dan pié a estas
discusiones y debates, hay dos que son predominantes: los que se
refieren a la condición portuaria de la
ciudad y los que se refieren a su condición patrimonial. Y, por
supuesto, los que se ocupan de ambos aspectos. Pero, en este debate hay
un equívoco que se hace necesario despejar.
Valparaíso es una
ciudad construida en el anfiteatro de cerros que básicamente van desde
Barón a Playa Ancha. Esta condición constituye sin duda un ingrediente
principal de su carácter patrimonial. Pero, como consecuencia directa de
la anterior, Valparaíso en cuanto puerto carece de una explanada
suficientemente extensa que haga fácil su operación. Por supuesto, hace
cinco siglos, las caletas ubicadas a los pies de los cerros daban abasto
para las precarias y muy escasas faenas de carga y descarga. Pero, con
el correr del tiempo, esta situación se fue tornando angustiante, sobre
todo cuando a partir de 1817, Valparaíso fue abierto al comercio
internacional. Rápidamente su condición portuaria colapsó. Como, por
cierto, no podía hacer retroceder la cadena de cerros, no tuvo otra
opción que construir explanada ganando terreno al mar. Fue así, como en
rápida sucesión, se agregaron calles y avenidas que, vistas hoy, parecen
haber estado siempre ahí. Y éste es otro aspecto definitorio del
carácter de la ciudad. El puerto y el crecimiento al que nos hemos
referido son parte esencial del patrimonio de Valparaíso. Es decir, no
hay contraposición entre puerto y ciudad patrimonial, pues aquél es
parte constitutiva de esta.
Con todo, las obras que comentamos no
fueron suficiente, por lo que se hizo necesario complementarlas con la
construcción de una enorme explanada en la parte alta y más atrás para
el acopio de la carga. Es lo que se aprecia en el sector del camino La
Pólvora, en Placilla y Curauma. Precisamente, la transformación de ese
camino en lo que hoy es la espléndida autopista denominada Acceso Sur es
la que permite la fluida interacción entre esos lugares y el Puerto
mismo.
Pero, el impresionante crecimiento de nuestro comercio
exterior ha dejado todo pequeño. Hoy, el puerto se ve enfrentado a la
necesidad de dar otro paso. Y, de nuevo, para los efectos de la atención
de naves, no hay más remedio que el crecimiento se haga ganando
espacios al mar. Es el caso del proyecto que debería rematar en la
construcción del denominado Terminal Dos que, tal como está concebido,
en nada afecta la debida proporción entre puerto y ciudad y si se
construye donde está planeado es porque, además, se beneficia de la
protección que proporciona el Molo de Abrigo. Si a la vez que construir
las obras propias del nuevo terminal, hubiera que construir las que le
dan protección, los costos serían inabordables.
Construir así este
terminal es de hecho la única vía razonable para mantener al puerto
dentro de un estándar de competitividad y, además para seguir jugando
un papel decisivo en la actividad cotidiana de la ciudad.