viernes, 3 de marzo de 2017

VALPARAÍSO, ENTRE EL ANFITEATRO Y LA EXPLANADA. LA DISPUTA POR LA EXPANSIÓN DEL PUERTO.

 






Las discusiones y debates en Valparaíso acerca de qué debe hacerse en la ciudad o qué no debe hacerse parecen interminables, hasta el punto de tornarse exasperantes. De entre todos los temas que dan pié a estas discusiones y debates, hay dos que son predominantes: los que se refieren a la condición portuaria de la ciudad y los que se refieren a su condición patrimonial. Y, por supuesto, los que se ocupan de ambos aspectos. Pero, en este debate hay un equívoco que se hace necesario despejar. 

Valparaíso es una ciudad construida en el anfiteatro de cerros que básicamente van desde Barón a Playa Ancha. Esta condición constituye sin duda un ingrediente principal de su carácter patrimonial. Pero, como consecuencia directa de la anterior, Valparaíso en cuanto puerto carece de una explanada suficientemente extensa que haga fácil su operación. Por supuesto, hace cinco siglos, las caletas ubicadas a los pies de los cerros daban abasto para las precarias y muy escasas faenas de carga y descarga. Pero, con el correr del tiempo, esta situación se fue tornando angustiante, sobre todo cuando a partir de 1817, Valparaíso fue abierto al comercio internacional. Rápidamente su condición portuaria colapsó. Como, por cierto, no podía hacer retroceder la cadena de cerros, no tuvo otra opción que construir explanada ganando terreno al mar. Fue así, como en rápida sucesión, se agregaron calles y avenidas que, vistas hoy, parecen haber estado siempre ahí. Y éste es otro aspecto definitorio del carácter de la ciudad. El puerto y el crecimiento al que nos hemos referido son parte esencial del patrimonio de Valparaíso. Es decir, no hay contraposición entre puerto y ciudad patrimonial, pues aquél es parte constitutiva de esta. 

Con todo, las obras que comentamos no fueron suficiente, por lo que se hizo necesario complementarlas con la construcción de una enorme explanada en la parte alta y más atrás para el acopio de la carga. Es lo que se aprecia en el sector del camino La Pólvora, en Placilla y Curauma. Precisamente, la transformación de ese camino en lo que hoy es la espléndida autopista denominada Acceso Sur es la que permite la fluida interacción entre esos lugares y el Puerto mismo.

Pero, el impresionante crecimiento de nuestro comercio exterior ha dejado todo pequeño. Hoy, el puerto se ve enfrentado a la necesidad de dar otro paso. Y, de nuevo, para los efectos de la atención de naves, no hay más remedio que el crecimiento se haga ganando espacios al mar. Es el caso del proyecto que debería rematar en la construcción del denominado Terminal Dos que, tal como está concebido, en nada afecta la debida proporción entre puerto y ciudad y si se construye donde está planeado es porque, además, se beneficia de la protección que proporciona el Molo de Abrigo. Si a la vez que construir las obras propias del nuevo terminal, hubiera que construir las que le dan protección, los costos serían inabordables. 

Construir así este terminal es de hecho la única vía razonable para mantener al puerto dentro de un estándar de competitividad y, además para seguir jugando un papel decisivo en la actividad cotidiana de la ciudad.

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