Michelle
Bachelet ha recibido en La Moneda a François Hollande, Presidente de
Francia de visita en nuestro país. Más allá del protocolo propio de este
tipo de visitas, lo que ha traído a Chile a Hollande es el deseo de
rendir un homenaje a Salvador Allende, al cual lo acompañará nuestra
Presidenta. Es así como en un mismo acto se encontrarán tres políticos
que tienen algo muy importante en común:
haber fracasado rotundamente en el ejercicio del poder. De Allende,
mejor ni hablar: hizo necesario un pronunciamiento militar para evitar
que siguiera destruyendo a Chile desde las raíces. Hollande ha sido un
muy mal payaso en el gobierno de Francia. Desde luego, más preocupado de
sus affaires amorosos que del progreso de su país. Por otra parte, tan
mal le ha ido a Francia en su período que hoy es un país estancado, de
crecimiento nulo, cuya juventud debe salir al extranjero a buscar los
horizontes que les niega su patria. El rechazo que su gestión ha
provocado ha sido de tal magnitud, que Hollande ha debido renunciar por
anticipado a la opción para optar al segundo período presidencial que la
constitución francesa consagra.
De Michelle Bachelet, el país
tiene un juicio formado que se expresa en una altísima y constante tasa
de reprobación. Chile, un país que estaba a la cabeza del continente,
hoy a duras penas se defiende en la mediocridad. La seguridad ha
desaparecido del horizonte cotidiano del chileno. Y problemas tan graves
como el terrorismo en La Araucanía, parece que para ella no existen. En
vez de buscarles solución y de destrabar la economía del país, gasta su
tiempo en problemas ficticios, inventados para llevar adelante
políticas altamente nocivas. La reforma educacional, la reforma
tributaria, el proyecto que legaliza el aborto, la verborrea en torno a
lo que llaman "igualdad de género" no son más que pretextos para imponer
trasnochadas y fracasadas ideologías socialistas.
De hecho,
estas tres figuras emblemáticas pasarán a la posteridad como muestra de
que allá donde se trata de practicar el socialismo, el resultado es
siempre el mismo: el fracaso.
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