miércoles, 18 de enero de 2017

LA NATURALEZA DE LAS COSAS

 




El desastre ocurrido con la salida del río Mapocho y las otras emergencias vividas en la capital durante el último temporal han venido a recordar, por enésima vez, que con la naturaleza de las cosas no se juega. Que, en el ejercicio de la libertad hemos de tener muy en cuenta los requerimientos de esa naturaleza si no queremos, después, lamentar las peores consecuencias.

Pero, si bien es cierto que todos estamos dispuestos a aceptar la lección que se desprende de lo que ha sucedido recién, hay otras materias en las cuales se sigue viviendo como si la naturaleza no existiera y como si el ejercicio de la libertad, por lo tanto, no requiriera de ninguna reflexión previa. Por ejemplo, cuando hace 50 años se desató la fiebre de los anticonceptivos, fueron muy pocos los que pensaron a futuro. Hoy, en cambio, son muchos los que, habiendo en su momento limitado de manera drástica su capacidad reproductiva, no tienen a quién recurrir para apoyarse y acompañarse en la vejez que se les vino encima. Sobre ellos pende como espada de Damocles la "salida" de la eutanasia.

En general, se cree que la vida sexual y la vida familiar constituyen un campo libre de exigencias de la naturaleza y sobre esa base se ha procedido. Así, invocando la libertad, se ha terminado con el matrimonio indisoluble, se avanza en terminar con su condición de heterosexual y se proclama el ideal de convivencias pasajeras. Se sustrae a los padres la educación de los hijos para traspasarla a lo que pueda hacer el Estado; y la misma vida de los que están por nacer ya no es límite para la acción criminal de los adultos.

No nos equivoquemos, sin embargo, que en estos campos también hay naturaleza que respetar y que, por no hacerlo, ya aparecen las consecuencias en baja natalidad, desde luego; pero, también en aumento dramático de la delincuencia juvenil; en aumento terrible de los abusos y de la violencia intradoméstica, hasta el punto de que un sinnúmero de violaciones de adolescentes son cometidas por convivientes de sus madres. Y, el asesinato de éstas ha crecido hasta el punto de dar lugar a un nuevo delito: el femicidio.

Es cierto que todavía hay consenso en condenar la pedofilia; pero, no se disimula en el discurso de muchos que esa condena no es más que un tributo que se rinde a la naturaleza pare poder después transgredirla sin obstáculo en todo lo demás.

Es bueno, entonces, que no limitemos a determinadas materias esta reflexión acerca de la relación entre naturaleza y libertad, sino que la extendamos a todo el ámbito de la vida humana; porque en toda ella está presente.

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