miércoles, 18 de enero de 2017

LA ALEGRÍA DEL AMOR

 




Como era de esperar, la exhortación apostólica "Amoris laetitia", la Alegría del amor, que el Papa Francisco acaba de hacer pública, ha recibido encontrados comentarios. Ella es el fruto de las largas y a veces ásperas reflexiones que tuvieron lugar en los dos últimos sínodos que él convocó para ocuparse de la situación de la familia en el mundo contemporáneo. Mucho se especuló que, en esta ocasión, la Iglesia se abriría a nuevas concepciones de la familia, incluyendo como una de ellas a la formada por parejas del mismo sexo. También, que abriría la puerta a nuevas uniones constituidas por quienes terminaron una anterior por la vía del divorcio civil y no por el correspondiente proceso de nulidad religiosa, como ha sido hasta ahora. 

Sin embargo, y como era previsible, el Papa reafirmó en todas sus partes la doctrina tradicional. Así, por ejemplo, llamó a los jóvenes a no dejarse engañar por falsas promesas de libertad y autonomía que los impulsan a uniones pasajeras en las cuales no hay un verdadero proyecto común de vida abriendo así desde el comienzo el camino al fracaso. Los llamó, por el contrario, a entusiasmarse con la posibilidad de una unión de por vida entre un varón y una mujer, abierta a la llegada de nuevas vidas, como un camino real de perfección mutua. Llamó a respetar la vida humana desde su comienzo en la concepción y a ver en ella, a pesar de las dificultades para hacer frente a un embarazo, a un regalo del amor de Dios. Y, por eso, llamó a la sociedad a no mezquinar nunca el apoyo que los padres puedan requerir para llevar ese embarazo a feliz término. Y, para qué decir, cuando la madre se enfrenta a una situación de soledad o de abandono. Llamó a recordar el pasaje del Génesis en el que habla de que Dios creó al hombre como "varón y mujer", dejando en claro que sólo la unión entre uno y otra viene a expresar fielmente la semejanza con Dios.

El Papa, con todo, no se quedó en la mera exposición de la doctrina, sino que también se ocupó de la delicadeza y caridad con que deben ser tratados quienes se puedan encontrar viviendo de alguna manera al margen de estas enseñanzas. Sobre todo en el caso de quienes sienten que la situación que condujo al término de su relación puede haber escapado a sus posibilidades de control. Hay mucha angustia en estos casos. Frente a ellos no se trata por cierto de abandonar o dejar de lado lo que se ha enseñado; pero, tampoco se trata de llegar y esgrimir la doctrina como si se tratará de una guillotina.

En resumen, una fecunda y consoladora enseñanza de nuestro Pontífice que compromete nuestra gratitud y nos llama a un fiel acatamiento tanto en las palabras como en los hechos.

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