Turín
es una ciudad italiana famosa por muchos motivos. Capital de la región
del Piamonte, históricamente lo fue del reino del mismo nombre hasta que
se produjo la unificación italiana durante el siglo XIX que, por lo
demás, comenzó ahí. Es una de las ciudades más importantes para la
economía italiana; pero, a la vez, es una ciudad donde mejor se expresa
la cultura de ese país, comenzando por
la notable arquitectura clásica de los edificios de su centro histórico.
En ese centro descuellan, por una parte, el antiguo Palacio Real y, por
otra, su Catedral. Esta es imponente, como suelen ser las catedrales
italianas; pero lo más importante en ella no es tanto su estilo o su
tamaño, sino el hecho de que alberga una de las reliquias más queridas e
importantes de la cristiandad: el paño o sábana en el cual, al modo de
mortaja, fue envuelto el cuerpo de Cristo cuando fue bajado de la cruz
y, después, sepultado. Al momento de la Resurrección, ese paño quedó en
el sepulcro.
Cómo y dónde se conservó antes de llegar a esta Catedral es motivo de enormes debates y, de hecho, su autenticidad es discutida por muchos. Como en otros casos similares, la Iglesia oficialmente no toma partido y cada cristiano es libre de creer al respecto lo que estime conveniente. Pero la devoción popular no se ha detenido con estas discusiones, sino que ha crecido con el tiempo y los mismos Pontífices han participado de ella. Esta mortaja no se muestra sino muy pocas veces al año y permanece en una urna especialmente diseñada para cuidar su conservación. Es frente a ella que el pueblo cristiano manifiesta su especial devoción y cariño por la reliquia. Más allá del debate que la rodea, es muy emotivo participar, junto a personas llegadas de todas partes del mundo, en una de las manifestaciones de fe más notables cuando, al contrario, la exaltación de la irreligiosidad parece cundir en todas partes.
Cómo y dónde se conservó antes de llegar a esta Catedral es motivo de enormes debates y, de hecho, su autenticidad es discutida por muchos. Como en otros casos similares, la Iglesia oficialmente no toma partido y cada cristiano es libre de creer al respecto lo que estime conveniente. Pero la devoción popular no se ha detenido con estas discusiones, sino que ha crecido con el tiempo y los mismos Pontífices han participado de ella. Esta mortaja no se muestra sino muy pocas veces al año y permanece en una urna especialmente diseñada para cuidar su conservación. Es frente a ella que el pueblo cristiano manifiesta su especial devoción y cariño por la reliquia. Más allá del debate que la rodea, es muy emotivo participar, junto a personas llegadas de todas partes del mundo, en una de las manifestaciones de fe más notables cuando, al contrario, la exaltación de la irreligiosidad parece cundir en todas partes.
No hay comentarios.:
Write comentarios