Hace
un par de días, en carta que reprodujimos en esta página, Monseñor
Felipe Bacarreza, Obispo de Los Ángeles, hacía notar la inconsecuencia
que significa que un Partido político se denomine "cristiano", como la
Democracia Cristiana y, a la vez, que haga tabla rasa de contenidos
fundamentales de lo que implica serlo efectivamente, como la defensa de
la vida del que está por nacer; y que no
es consecuente enarbolar el nombre Cristo y, a la vez, proclamarse como
"no confesional". Termina Monseñor pidiendo que, para evitar
confusiones, ese partido cambie su nombre. El senador Ignacio Walker
responde que no hay tal confusión, porque la DC es un partido no
confesional de "inspiración cristiana" y que, por lo tanto puede
mantenerse al margen de las enseñanzas de la Iglesia Católica. Para
Walker alguien como él puede proclamarse católico, pero que, al entrar
en un partido como la D.C., puede dejar de lado su catolicismo y actuar
-dice él- al servicio de la justicia en pro del bien común. Es fuerte,
desde luego, esta conclusión, porque está afirmando que seguir una
orientación católica puede llegar a ser contrario a las exigencias del
bien común. En ese argumento, por lo demás, se asiló Mario Fernández,
también D.C. y actual Ministro del Interior, para defender su apoyo al
proyecto que propicia el aborto.
Lo que tanto Walker como
Fernández olvidan es que ser cristiano no implica nada diferente a ser
simple y plenamente humano. Así, si la Iglesia reprueba todo atentado
contra la vida del que está por nacer, no es porque haya encontrado esa
reprobación en un determinado libro sagrado o en la revelación de algún
profeta, sin perjuicio de que ahí también pueda estar, sino porque lo
enseña nuestra humanidad. Es decir, matar es anticristiano no porque lo
diga la Iglesia, sino que ella lo dice porque es antihumano. Y lo mismo
sucede con las políticas anticonceptivas o con aquellas que han
impulsado la relativización y banalización de las promesas
matrimoniales. La verdad sobre estos puntos no se encuentra en las
estrellas sino en la profundidad de nuestra propia naturaleza.
Por eso, en fin, la Iglesia reprueba a un constructor no cuando
construye al margen de las reglas que al respecto establecería la Biblia
-que, de hecho no existen- sino cuando lo hace al margen de las reglas
que la naturaleza enseña que deben orientar su conducta. Y lo mismo con
los médicos, ingenieros, abogados y todos los profesionales. Lo que la
Iglesia nos propone en su mensaje no es otra cosa -ni más ni menos- que
vivir en plenitud nuestra humanidad individual y social, evitando lo que
la puede destruir.
Sin embargo, Walker y Fernández insisten en
que, a pesar de militar en un partido que enarbola el nombre de Cristo,
pueden apartarse de las orientaciones de la Iglesia Católica, por estar
cumpliendo "tareas de estado". Desde luego, en lo que se refiere al
respeto de la vida de todas las personas desde que son tales hasta que
naturalmente dejan de serlo. Pero, en los hechos así nos notifican de
que dejarán de lado reglas mínimas que nos impone ciertamente nuestra
condición de cristianos, pero que antes nos impone nuestra primaria
condición de personas humanas.
El primer artículo de esta serie, de Walker, apareció en El Mercurio del 21/9/16:
Carta de Monseñor Felipe Baccareza: (https://www.facebook.com/ gonzaloibanezsm/photos/ a.1707927742754480.10737418 30.1703571259856795/ 1819482398265680/ ?type=3&theater)
Carta respuesta a Monseñor Baccareza de Ignacio Walker: (http://www.elmercurio.com/ blogs/2016/09/27/45328/ Coherencia-del-nombre-crist iano.aspx)
Carta respuesta a Ignacio Walker de Monseñor Baccareza: (http://www.elmercurio.com/ blogs/2016/09/28/45351/ Coherencia-del-nombre-crist iano.aspx)
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