Señor Director:
El adjetivo "cristiano" es confesional. Desde el siglo I designa a los
discípulos de Cristo, como lo atestigua el Libro de los Hechos de los
Apóstoles: "Estuvieron juntos (Bernabé y Saulo) durante un año entero en
la Iglesia (de Antioquía) y adoctrinaron a una gran muchedumbre. En
Antioquía fue donde, por primera vez, los discípulos recibieron el
nombre de 'cristianos'" (Hechos 11,26). Desde entonces, el adjetivo
"cristiano" designa a quien confiesa a Cristo como Dios. Declararse "no
confesional" y, al mismo tiempo, "cristiano", es contradictorio. El
senador Ignacio Walker (en su columna del 21 de septiembre) declara que
el partido al cual él pertenece es "no confesional". Por coherencia y
autenticidad, ese partido no debería llamarse "cristiano". Insistir en
llamarse "cristiano" induce a error respecto de la identidad de ese
partido. Eso es lo que hizo notar el obispo de Punta Arenas. El senador
Ignacio Walker, en realidad, no hace más que darle la razón. El partido
debería cambiar de nombre.
Por otro lado, el senador Ignacio
Walker y otros de su partido se declaran católicos. Pero "católico"
designa a un miembro de la Iglesia Católica, es decir, un cristiano que
reconoce que Cristo fundó su Iglesia sobre Pedro y que la dotó de
infalibilidad cuando enseña en materia de fe y moral. Debe definirse
como "católico" solo quien adhiere a la enseñanza de la Iglesia Católica
en esas materias. En cuanto al aborto, la enseñanza de la Iglesia
Católica no admite vacilación: "La vida humana debe ser respetada y
protegida de manera absoluta desde el momento de la concepción. Desde el
primer momento de su existencia, el ser humano debe ver reconocidos sus
derechos de persona, entre los cuales está el derecho inviolable de
todo ser inocente a la vida" (Catecismo de la Iglesia Católica, N.
2270). El Catecismo continúa: "Dios, Señor de la vida, ha confiado a los
hombres la excelsa misión de conservar la vida, misión que deben
cumplir de modo digno del hombre. Por consiguiente, se ha de proteger la
vida con el máximo cuidado desde la concepción; tanto el aborto como el
infanticidio son crímenes abominables" (N. 2271).
El derecho a
la vida lo tiene la persona humana por ser persona. No lo tiene por
estar sano o por haber sido concebido en determinadas condiciones; lo
tiene todo ser humano como inherente a su naturaleza. La ley de aborto
que se tramita en el Senado, que permitirá a las instituciones del
Estado matar a un ser humano en el seno materno, aunque sea en esas tres
causales excepcionales, lo que hace es negar que el derecho a la vida
sea propio de la naturaleza humana. Y es la negación de este principio
lo que abre la puerta al aborto libre. No es por desconfianza al
adversario político que se teme la legalización del aborto a secas, como
lo afirma la señora Sylvia Soublette de Valdés en su carta del 21 de
septiembre; es por coherencia, porque, eliminado el principio del
derecho a la vida, no se verá por qué se pueda matar en el seno materno a
un ser humano y a otro no. Así ha ocurrido en todos los países que han
legalizado el aborto.
+ Felipe Bacarreza Rodríguez
Obispo de Santa María de Los Ángeles
(Carta publicada hoy, 26-09-16 en El Mercurio)
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