Un homenaje a nuestros valientes soldados
El fallecimiento de Fidel Castro es ocasión para que recordemos una
época dramática de nuestra historia. La que discurre entre el 4 de
septiembre de 1970 hasta el día 11 también de septiembre, pero de 1973,
cuando nuestras Fuerzas Armadas y de Orden asumen el gobierno de la
nación, poniendo término al experimento marxista de Salvador Allende.
Ese experimento, intentado durante ese período, tuvo dos puntos de
referencia: hacer de Chile el hermano menor de la Unión Soviética y
hacer de él una nueva Cuba. Al costo que fuera. La violenta requisición
de tierras, industrias, empresas y comercio arruinó la economía nacional
y el proyecto de Escuela Nacional Unificada amenazó con entregar el
control de la niñez y de la juventud al aparato estatal para hacer de
ellos un simple material de la revolución; el uso de la violencia,
declarado legítimo para imponer el socialismo, amenazaba a la población
pacífica. El país enfrentó con decisión esta asonada totalitaria. Desde
el cacerolazo de las mujeres, hasta el paro de los transportistas
pasando por la marcha de los obreros del cobre sobre Santiago, la
oposición fue rotunda. Pero nada conseguía hacer variar los designios
oficialistas. Hasta que, llamadas insistentemente por la civilidad,
nuestras Fuerzas Armadas y de Orden decidieron intervenir y poner
término al experimento. Chile se salvó por la decisión que ellas
adoptaron.
Cuando más de 40 años después reflexionamos acerca
del destino de los "modelos" que se nos intentaba imponer, no podemos
dejar de valorar una vez más el paso dado por nuestros soldados. La
Unión Soviética reventó de manera brutal cuando todas las poblaciones
que ella sojuzgaba, comenzando por la propia y la polaca, decidieron que
no era posible seguir tolerando el mar de brutalidades en que las tenía
sumergida el régimen comunista. Cuba, en cambio -isla, al fin y al
cabo- ha debido soportar hasta el final esta tiranía. Millones huyeron,
decenas de miles perecieron tratando de cruzar el mar que los separaba
de territorios libres y miles cayeron también de espalda a los terribles
paredones que Fidel Castro y su fiel amanuense, Ernesto Che Guevara,
levantaron y emplearon para ahogar toda oposición. La pobreza, el
retraso inverosímil, el temor a las represalias, la delación y el
soplonaje han marcado la vida de los cubanos durante casi sesenta años.
Y, detrás de ese régimen, la figura todopoderosa, cruel y psicópata de
Fidel Castro.
Nuestra Presidenta, Michelle Bachelet, se ha
hecho presente enviando un mensaje donde se refiere a Castro como un
líder por la dignidad y la justicia social en Cuba y en América Latina.
Si no fuera por la tragedia que ha vivido Cuba en estos casi sesenta
años; si no fuera por los que murieron por la violencia marxista y por
los que tuvieron que huir y exilarse, la frase de Bachelet sería para la
risa. Nada más lejos de la dignidad humana y de la justicia social que
un régimen como el castrista. ¿Es que Bachelet todavía quiere
replicarlo en Chile?
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