Los objetivos
En un artículo anterior mostraba que la iniciativa de la Presidenta de
la República de cambiar la Constitución que nos rige por una nueva,
suscitaba serias aprehensiones en atención a las circunstancias que la
rodean. Hoy día quiero agregar que esas aprehensiones se convierten en
alarma cuando se analizan los objetivos de esta iniciativa.
Es cierto; oficialmente el amplio llamado a la ciudadanía a participar
en la redacción de la nueva Constitución no aparece atado a ningún fin
específico. Se ha insistido, al contrario, en que el debate está abierto
a todas las proposiciones. Sin embargo, si todas las alternativas son
posibles, ello significa que se parte de cero lo cual es, desde luego,
extremadamente peligroso, porque se inicia un camino sin saber a dónde
puede llevar. Pero, sería muy ingenuo creer en el discurso oficialista.
El Gobierno tiene un objetivo que ha quedado claro y a la vista con la
política que ha intentado implantar en Chile en estos dos últimos años.
Cuando se tiene a la vista una reforma tributaria de carácter
inequívocamente expropiatorio; una reforma educacional que trata de
excluir al sector privado; una reforma laboral que apunta a promover la
lucha de clases; una concepción de la sexualidad donde todo sea posible
y bueno; una concepción de la vida que apunta a excluir a sectores
completos de la población -como son los que están por nacer, los
ancianos y los enfermos más graves- de la garantía que la protege; una
concepción del Estado como ente interventor en todas las esferas de la
vida humana, limitando de manera muy severa la iniciativa privada y
debilitando el derecho de propiedad; una actitud complaciente de cara al
incremento de la delincuencia y de las acciones terroristas en la
región de La Araucanía y en las que le son aledañas, poca duda cabe de
que todo el peso del poder del Gobierno se va a inclinar por oficializar
estas políticas. Ya está claro que, en la lógica del Gobierno, poco y
nada importa detener la marcha del país; ni tirar por la borda todo lo
que Chile ha avanzado en cuarenta años o volver atrás en el combate a la
pobreza en el cual tanto se ha avanzado.
Es cierto que un
modelo que privilegia la libertad de las personas genera oportunidades
de hacer mal uso de esa libertad. Y, lamentablemente, así lo hemos
visto. Pero, está asimismo a la vista cuán superiores son los
beneficios. Por eso, más eficaz que ensayar una partida desde cero sería
prevenir y corregir los abusos en el ejercicio de la libertad; nunca
cerrar el camino a la capacidad de emprendimiento de las personas. Lo
contrario, sólo augura volver a la senda del fracaso. Todo lo cual
podría ser soportado estoicamente, pero se hace insoportable cuando se
advierte que el peso de ese fracaso va a recaer en las espaldas de los
más pobres y desvalidos. Por el bien de ellos, no puede bajarse la
guardia.
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