miércoles, 30 de marzo de 2016

Ser adulto mayor en Chile - Reflexión de Semana Santa

 






Ser adulto mayor no es fácil en ninguna parte y, menos aun, en Chile. Los años no pasan en vano y el cuerpo ya no responde como antaño. Pero, hay agravantes. En un ambiente donde la delincuencia gana cada vez más espacios, la fragilidad de un adulto mayor queda doblemente expuesta. Requieren, por ello, de medidas extraordinarias para proteger sus bienes, su integridad física y, aun, su propia vida, y esas medidas tardan en llegar o no llegan nunca. Las plazas y lugares de esparcimiento al aire libre, que son los preferidos por los adultos mayores para encontrarse y socializar con sus iguales, suelen ser inhóspitas, desaseadas y llenas de inconvenientes: bancos en mal estado, baldosas partidas, ruidos molestos, jóvenes que se desplazan en skate sembrando el terror entre los que se atreven a llegar a esas plazas, etc.

Pero la razón fundamental de por qué en Chile es difícil ser adulto mayor brota del hecho de que éstos, en proporción, son muchos. Chile se ha tornado en un país de gente mayor, cuando hasta no hace tanto lo éramos de juventud. La composición demográfica ha cambiado de manera drástica en los últimos cincuenta años y la conclusión es implacable: hoy hay menos jóvenes para sostener un número creciente de personas mayores. Es cierto que algo de este fenómeno se debe a los progresos de la medicina que ha permitido extender las expectativas de vida. Pero, la explicación de fondo es otra. Cada uno puede tener la opinión que quiera acerca de las campañas que incentivan el empleo de preservativos y de anticonceptivos de modo de poder disfrutar de la sexualidad sin el "riesgo" de traer un nuevo niño al mundo. Los hechos, con todo, no dejan espacio para la discusión. El éxito que han tenido esas campañas se refleja en la caída vertiginosa de los nacimientos. Ellas han sido impulsadas por el poder político y aceptadas por la población en la ingenua creencia de que, disminuyendo la prole, iba a mejorar sus condiciones de vida. Hoy, ya está a la vista que las consecuencias son prácticamente las contrarias. Muchos de los que ayer practicaron desaprensivamente esta política y auto limitaron su propia capacidad de procreación se encuentran ahora entre los veteranos que no tienen a quien recurrir para apoyarse en los últimos años de sus vidas. Y, en vez de traer la paz al interior de los hogares, tales campañas se convirtieron en un estímulo para el enfrentamientos al interior de las parejas que, en muchos casos, ha terminado con la muerte de alguno de sus miembros. En especial, mujeres.

Ahora, enfrentemos la realidad: ¿cómo equilibrar una población juvenil cada vez más menguada con una población de adultos mayores cada vez más extensa? La respuesta no se ha hecho esperar: disminuyamos el número de éstos últimos. Es entonces cuando se aprecia a la eutanasia como un medio altamente eficaz para conseguir este fin: acuérdate viejito que tienes derecho a una "muerte digna".

Ciertamente es un triste epílogo para campañas que, en su momento, ofrecieron a la juventud un futuro dorado y lleno de expectativas.





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