Hoy 22 de abril se celebran 400 años del fallecimiento de don Miguel de Cervantes
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"La más alta ocasión que vieron los siglos pasados, los presentes, ni
esperan ver los venideros" según palabras de Miguel de Cervantes que ahí
estuvo combatiendo, y que ahí fue herido en su mano izquierda con el
resultado de que perdió definitivamente su uso. Por eso, desde entonces
se le conoció como el "Manco de Lepanto".
Se trataba de la
batalla naval que el día 7 de octubre de 1571 tuvo lugar entre las
flotas de la Santa Liga Cristiana y la del Imperio Otomano a la entrada
del Golfo de Lepanto, en la Costa suroriental de Grecia.
Los
turcos otomanos, en 1453 habían hecho realidad su viejo sueño de
conquistar Constantinopla y hacer de ella su capital con el nombre de
Istambul. El Impero que ellos formaban se había así convertido en una
potencia mediterránea conquistando además las islas de Chipre y de
Rodas, entre otras, como asimismo los países balcánicos y casi el 80% de
Hungría. Occidente se veía muy amenazado y, desde luego, el comercio
marítimo y las comunicaciones por el Mediterráneo quedaron seriamente
menoscabados. Fue en esas circunstancias que el Papa de la época, Pío V,
hoy San Pío V, movilizó las fuerzas de la cristiandad para hacer frente
a este riesgo. A su llamado respondieron España, que haría el aporte
mayor, las Repúblicas italianas de Génova y Venecia, el ducado de
Saboya, la Orden de Malta y los mismos Estados Pontificios. Lograron
armar una flota de poco más de 300 embarcaciones, de las cuales la mitad
aproximadamente eran españolas. No fue de extrañar que un español, don
Juan de Austria, tomara el mando superior.
Al frente, los
otomanos disponían de un número similar de embarcaciones al mando de Alí
Bajá, gran almirante del sultán Selim II. Ambas flotas eran tripuladas
por un número asimismo similar de marineros y soldados que superaba en
cada caso, los 90.000 hombres.
La batalla, como era de prever,
fue muy encarnizada, pero la victoria fue total para la Armada
cristiana. Los turcos perdieron casi toda la de ellos, pereciendo un
buen tercio de sus efectivos. Además, fueron liberados cerca de 12.000
cristianos que servían de galeotes en las galeras enemigas.
San
Pío V había encomendado la flota cristiana a la intercesión de Nuestra
Señora del Rosario por lo que, poco después, el día 7 de octubre pasó a
ser el propio de esa advocación de María.
El peligro, conjurado
por un momento, reapareció varias veces después; pero, fue disminuyendo
con el tiempo. En fin, la derrota que en 1683 sufrió el ejercito turco a
las puertas de Viena frenó definitivamente los afanes de expansión del
Imperio otomano y marcó el comienzo de su decadencia que terminaría con
su desintegración a finales de la Primera Guerra Mundial
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