jueves, 2 de marzo de 2017

HACE 100 AÑOS: EL PILOTO LUIS PARDO AL MANDO DE LA ESCAMPAVÍA YELCHO RESCATA A LOS MIEMBROS DE LA EXPEDICIÓN SHACKLETON.

 




HACE 100 AÑOS: EL PILOTO LUIS PARDO AL MANDO DE LA ESCAMPAVÍA YELCHO RESCATA A LOS MIEMBROS DE LA EXPEDICIÓN SHACKLETON.

A fines de 1914, poco después de que se iniciara la Primera Guerra Mundial, el explorador Ernesto Shackleton junto a un grupo de audaces viaja a la Antártica con el objetivo de cruzarla de un lado al otro. Pero, antes de llegar al punto de inicio del trayecto, en enero de 1915, el barco en el cual iban, el Endurance, quedó atrapado en los hielos que después de varios meses de espera, en octubre de ese año, terminaron por destruirlo. De ese modo, el grupo quedó abandonado a su suerte en medio de los hielos antárticos. Con los restos del buque y con los pertrechos que llevaban armaron un campamento que los cobijar y que en abril de 1916 fue trasladado un poco más al norte, en la Isla Elefante. Desde ese punto, Shackleton y cinco de sus camaradas iniciaron una larguísima travesía en búsqueda de auxilio. Lo hicieron empleando uno de los botes del buque. A pesar de que lo prepararon para este desafío, era un bote pequeñísimo y, sin duda, la maniobra era muy arriesgada y sólo se comprende por el estado de desesperación en que ellos se encontraban. Navegaron 800 millas a Islas Georgia del Sur y después fueron a las Malvinas. De ambas partes intentaron el recate, pero en ambos casos, la cortina de hielos impidió llegar al lugar donde habían quedado los náufragos. Entonces, Shackleton y sus acompañantes se dirigieron a Punta Arenas donde, después de muchas vicisitudes, lograron que la Armada de Chile asumiera la tarea de rescate. Esta destinó al escampavía Yelcho y puso a su mando a don Luis Pardo, oficial de Marina Mercante pero, en ese momento, al servicio de la de Guerra. En agosto de 1916 este buque zarpó llegando al lugar donde los esperaban los náufragos el día 30 del mismo mes. Es decir, más de veinte meses después de haber naufragado.

La epopeya llegaba a su fin y la hazaña de estos marinos chilenos de haber podido cumplir con éxito su misión en medio de la peor estación del año y de mares tormentosos fue ampliamente reconocida y admirada. Y lo sigue siendo a pesar del tiempo transcurrido. 

El temple de este extraordinario Piloto quedó de manifiesto en la carta que, antes de zarpar, escribió a su padre comunicándole su misión: "La tarea es grande, pero nada me da miedo: soy chileno. Dos consideraciones me hacen hacer frente a estos peligros: salvar a los exploradores y dar gloria a Chile. Estaré feliz si pudiese lograr lo que otros no. Si fallo y muero, usted tendrá que cuidar a mi Laura y a mis hijos, quienes quedarán sin sostén ninguno a no ser por el suyo. Si tengo éxito, habré cumplido con mi deber humanitario como marino y como chileno. Cuando usted lea esta carta, o su hijo estará muerto o habrá llegado a Punta Arenas con los náufragos. No retornaré solo".

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