Visitar
la Iglesia de la Sagrada Familia en Barcelona constituye una
experiencia única donde se mezclan la admiración tanto por la concepción
arquitectónica de esta obra como por la audacia en sus soluciones de
ingeniería de cálculo; pero, también por la profundidad del impulso
religioso que condujo al arquitecto Antonio Gaudí a proyectarla y a
emprenderla a pesar de las colosales dificultades que se levantaron enfrente.
Esta Iglesia es una obra bella en todo el sentido de la palabra; pero,
lo principal de esa belleza es la forma como expresa de una manera
completamente nueva una concepción religiosa de enorme envergadura. Como
se sabe, Antonio Gaudí debió hacerse cargo de la obra a muy temprana
edad, a los 31 años en 1883. Él no era, en ese momento, especialmente
religioso; pero, es indudable que haber asumido la conducción de los
trabajos lo transformó internamente. Con seguridad, no de un instante al
otro, pero sí de manera paulatina y muy profunda. Gaudí era ya un
arquitecto impregnado de modernidad y de ideas novedosas para la
arquitectura que durante su vida plasmó en otras obras muy famosas
también y que él las hace presentes en este nuevo proyecto. Pero, ahora,
va mucho más allá. De entrada, Gaudí tuvo como una iluminación que lo
indujo a transformar lo que era un proyecto de iglesia tradicional en un
proyecto que, de a poco y a contracorriente de enormes dificultades
financieras, se ha plasmado en la obra que hoy todos admiramos. Hay que
tener presente, por lo demás, que Gaudí no construyó su modernismo desde
la nada; al contrario, admiraba mucho la arquitectura gótica de las
iglesias medievales y es indudable que ese entusiasmo también tiene
mucho que decir en el proyecto de la Sagrada Familia. Se hacen presentes
ideas básicas de aquellas antiguas iglesias, adaptadas y potenciadas
eso sí por los avances tecnológicos. El mismo Gaudí resultó sorprendido
por su propia concepción hasta el punto de que, dejando de lado otras
obras de arquitectura, se fue consagrando por entero a la realización de
este proyecto. Durante cerca de 40 años la vida de este arquitecto giró
en torno a él, y los últimos 15 años de manera exclusiva. Y por eso fue
que éste salió adelante; y fue por su ejemplo de consagración que pudo
trasmitir su entusiasmo de modo que, cuando en 1924 falleció atropellado
al atravesar una calle colindante, vinieron nuevas generaciones de
arquitectos y religiosos que han sabido seguir con el proyecto hasta el
punto que se le ve ahora, casi terminado. Y todo, fiel a la concepción
que hace más de ciento treinta años le dio vida.
Es esta
belleza integral de la obra la que la convertido en uno de los
principales lugares de atracción de toda España y, aun, de Europa. Más
de tres millones personas la visitan al año y, junto con admirar la
obra, rinden tributo a su creador cuyos restos yacen en la cripta de la
Iglesia.
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