por Monseñor Ramón Ángel Jara
RETRATO DE UNA MADRE
Hay una mujer que tiene algo de Dios por la inmensidad de su amor,
y mucho de ángel por la incansable solicitud de sus cuidados;
una mujer que, siendo joven tiene la reflexión de una anciana,
y en la vejez, trabaja con el vigor de la juventud;
la mujer que si es ignorante descubre los secretos de la vida
con más acierto que un sabio, y si es instruida se acomoda
a la simplicidad de los niños; una mujer que siendo pobre,
se satisface con los que ama y, siendo rica,
daría con gusto sus tesoros para no sufrir en su corazón
la herida de la ingratitud; una mujer que siendo débil
se reviste a veces con la bravura del león; una mujer
que mientras vive no la sabemos estimar porque a su lado
todos los dolores se olvidan, pero que después de muerta,
daríamos todo lo que somos y todo lo que tenemos por mirarla
de nuevo un instante, por recibir de ella un solo abrazo,
por escuchar un solo acento de sus latidos. De esa mujer
no me exija el nombre si no quieres que empape de lágrimas
vuestro álbum, porque yo la vi pasar en mi camino.
Cuando crezcan vuestros hijos, léanles esta página, y ellos,
cubriendo de besos vuestra frente, os dirán que un humilde viajero,
en pago del suntuoso hospedaje recibido, ha dejado aquí
para vosotros y para ellos,
un boceto del Retrato de su madre.
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Monseñor Ramón Ángel Jara (1852-1917) fue un Obispo chileno, primero de
Ancud y, luego, de La Serena donde falleció. Destacó, entre otras
cosas, por su extraordinaria capacidad oratoria, hasta el punto de ser
considerado el mejor orador sagrado chileno del siglo XIX
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