miércoles, 18 de enero de 2017

MES DE MAYO, MES DEL MAR

 




El próximo 21 de mayo conmemoramos un nuevo aniversario del Combate Naval de Iquique. Ocasión sobre todo para meditar acerca de la Patria como comunidad de personas actuales y de generaciones que se despliegan a través del tiempo y cuya promoción y defensa es condición necesaria para el sustento y perfección de cada uno y de nuestras familias. Pero es también ocasión para meditar acerca de la importancia que tiene para Chile el elemento en el cual se libró el combate, el mar. De hecho, para muchos de nosotros el mar, asociado a las playas, no ha sido ni es sino un buen elemento para la distracción durante los meses de verano.

Desde que el salitre comenzó a fines de la Primera Guerra Mundial (1918) a dar señales de debilidad como proveedor de recursos a la economía nacional la pregunta fue cómo encontrarle un sustituto. Con la crisis mundial de 1930, la situación se volvió desesperada. La actividad económica se desplomó y se disparó el desempleo a niveles nunca antes vistos. Fue a propósito de esta crisis que el país tomó una decisión que, en vez de solucionar el problema, no hizo sino agravarlo comprometiendo severamente su futuro y el de sus habitantes. Fue la política de “sustitución de las importaciones” que nos cerró al comercio internacional. Se postuló que el país debía concentrarse en un desarrollo de la industria nacional que le permitiera evitar las importaciones y así dar trabajo a los compatriotas. Por eso, un alza enorme de los aranceles que terminó por aislar al país. Pero, el tamaño pequeñísimo de nuestro mercado hizo ilusorio este propósito y lo único que se logró fue crear una industria que producía a alto costo, incapaz de competir en los mercados internacionales. El mar se convirtió de esta manera en un elemento bueno para producir hermosas puestas de sol, pero nada más. Se perdió el sentido de cuán importante él es como factor de conectividad entre países y entre mercados.

Todo esto cambió cuando el gobierno militar abrió nuestra economía al mundo generando así una industria capaz de competir. Fue el paso que terminó ubicando a nuestro país a la cabeza del continente y a su economía como una de las más prósperas. El mar volvió así a ser un factor insustituible de crecimiento y desarrollo. Y, por ende, los puertos volvieron a ser apreciados como piezas claves para asegurar ese desarrollo. Hemos pasado, por ejemplo, a ser los terceros a nivel mundial en el uso del Canal de Panamá y, navegando, los productos chilenos llegan a todas partes del mundo, lo que nos permite, por la misma vía, importar lo que necesitamos. Ha quedado demostrado que el mar no nos separa del resto del mundo sino que nos une a él.

Vale la pena recordarlo cuando, como ahora, gente provista de una retroexcavadora trata de minar este fundamental pilar del progreso y de hacernos volver a las trasnochadas fórmulas de un socialismo que fracasó allá donde se implantó. ¿Volveremos a contemplar el mar nada más que como un decorado de la naturaleza?

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Imagen: Zarpe de la Primera Escuadra Nacional de Thomas Somerscales (1842-1927)

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