Hoy,
11 de febrero, la Iglesia celebra la Festividad de Nuestra Señora de
Lourdes. No es pues un día cualquiera. Sucede que, también un 11 de
febrero, pero de 1858, una joven y humildísima campesina de la región de
los Pirineos cercana a la localidad de Lourdes en Francia, Bernadette
Soubirus, recibió la visita de la Santísima Virgen. Esas apariciones se repitieron en dieciocho ocasiones, sucediendo la última el 16 de julio de ese año.
La Iglesia Católica no nos pide que tengamos a estas apariciones o a otras como dogmas de fe. Es decir, un católico puede creer en ellas como no creer o, simplemente, dudar de que hayan tenido lugar. Sólo pide, en estos casos, que se mantenga una actitud de respeto hacia quienes sí hacen fe en ellas. Pero, el solo hecho de que la Iglesia haya, en definitiva, elevado a los altares a Bernadette -como en el caso de Fátima, a los tres pastorcillos- muestra a las claras el respaldo que la máxima autoridad, el Papa de la época y sus sucesores, dan a su testimonio.
Lo que de ninguna manera nadie puede negar es la gigantesca importancia que el culto a la Virgen que se ha seguido de estas apariciones ha tenido en el mundo contemporáneo. Ha provocado una verdadera revolución espiritual que se ha manifestado en la multiplicación de santuarios a lo largo y ancho del mundo y en una constante peregrinación al mismo Lourdes: cerca de ocho millones de personas cada año. Podemos claramente señalar que ha sido esta renovación espiritual, tanto como la que produjeron en 1917 las apariciones en Fátima, la que ha sostenido en parte muy importante a la humanidad en su lucha por sobrevivir a las terribles catástrofes del siglo XX como fueron las dos guerras mundiales. Y la que ha sostenido a tantas personas de cara a las dificultades con que se han enfrentado durante sus vidas. Especialmente, a las personas que sufren alguna enfermedad corporal y que se han puesto bajo la protección de la Virgen.
Como en todas partes del mundo, en Chile también celebramos esta Fiesta. Son muchísimos los que concurren a los santuarios ubicados en todos los lugares de nuestro país. A sus oraciones unimos las nuestras por la Patria, por los pobres para quienes la Iglesia nos pide una opción preferencial y por la paz entre nosotros de manera que podamos resolver nuestras diferencias sobre la base de la justicia y de lo que nos pide el bien común. Rogamos especialmente porque en nuestra Patria, quienes la forman, encuentren el debido respeto a sus vidas desde el instante mismo en que comienzan a ser miembros de la especie humana; esto es, desde el momento mismo de su concepción.
La Iglesia Católica no nos pide que tengamos a estas apariciones o a otras como dogmas de fe. Es decir, un católico puede creer en ellas como no creer o, simplemente, dudar de que hayan tenido lugar. Sólo pide, en estos casos, que se mantenga una actitud de respeto hacia quienes sí hacen fe en ellas. Pero, el solo hecho de que la Iglesia haya, en definitiva, elevado a los altares a Bernadette -como en el caso de Fátima, a los tres pastorcillos- muestra a las claras el respaldo que la máxima autoridad, el Papa de la época y sus sucesores, dan a su testimonio.
Lo que de ninguna manera nadie puede negar es la gigantesca importancia que el culto a la Virgen que se ha seguido de estas apariciones ha tenido en el mundo contemporáneo. Ha provocado una verdadera revolución espiritual que se ha manifestado en la multiplicación de santuarios a lo largo y ancho del mundo y en una constante peregrinación al mismo Lourdes: cerca de ocho millones de personas cada año. Podemos claramente señalar que ha sido esta renovación espiritual, tanto como la que produjeron en 1917 las apariciones en Fátima, la que ha sostenido en parte muy importante a la humanidad en su lucha por sobrevivir a las terribles catástrofes del siglo XX como fueron las dos guerras mundiales. Y la que ha sostenido a tantas personas de cara a las dificultades con que se han enfrentado durante sus vidas. Especialmente, a las personas que sufren alguna enfermedad corporal y que se han puesto bajo la protección de la Virgen.
Como en todas partes del mundo, en Chile también celebramos esta Fiesta. Son muchísimos los que concurren a los santuarios ubicados en todos los lugares de nuestro país. A sus oraciones unimos las nuestras por la Patria, por los pobres para quienes la Iglesia nos pide una opción preferencial y por la paz entre nosotros de manera que podamos resolver nuestras diferencias sobre la base de la justicia y de lo que nos pide el bien común. Rogamos especialmente porque en nuestra Patria, quienes la forman, encuentren el debido respeto a sus vidas desde el instante mismo en que comienzan a ser miembros de la especie humana; esto es, desde el momento mismo de su concepción.
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