Hoy
conmemoramos un nuevo aniversario de la fundación de la ciudad de
Santiago en 1541. Lo cual es por sí mismo importante; pero, lo es
doblemente cuando advertimos que ese fue el primer paso que dieron Pedro
de Valdivia y su hueste en el afán de fundar un establecimiento con
carácter permanente en este lejano territorio. Fue el origen de un largo
proceso que habría de culminar 277 años
después cuando, también un día 12 de febrero, pero esta vez de 1818, la
comunidad humana que se había formado en torno a ese núcleo, y que
ahora se desplegaba principalmente desde el valle del Copiapó por el
norte hasta el río Bío-Bío por el sur, decidió que disponía de la
constitución suficiente para llevar una vida autónoma y proclamó su
independencia de la Corona Española.
Fue un esfuerzo colosal el que realizaron los conquistadores y sus descendientes por hacer de esta nueva patria un lugar que mereciera llevar el nombre de tal y que fuera capaz de subsistir de manera independiente. Pero, fue un esfuerzo compartido: desde el comienzo, esa pequeña cohorte de soldados no tuvo ningún inconveniente en formar junto al mundo indígena que la rodeaba una nueva raza que vendría a ser la base de la raza chilena. Esa fue la que forjó los fundamentos de la nueva nación sobre todo durante los siglos XVI y XVII. Durante el siglo XVIII llegó un nuevo aporte español proveniente en su mayoría de la región de Castilla y del país Vasco. Todos juntos dieron origen a este nuevo país o "reino" de Chile como entonces se le llamaba.
El trabajo que llevaron adelante fue ciclópeo. Nunca podremos agradecerles de manera suficiente lo que ellos hicieron para dar a luz a Chile. Desde los gobernadores de esos siglos hasta el más humilde de los peones, criollos, españoles e indígenas trabajaron sin descanso. Así nacieron las ciudades del Valle Central; así, los campos de donde salía el trigo y la carne, la leche, el sebo y la fruta de los que todos vivían, y así la naciente minería que de a poco se constituiría en el gran fundamento de la riqueza nacional.
Llegó el año de 1810 y con él, el inicio de un nuevo proceso. Este país se atrevía ahora a demostrar cuánto había madurado y se había fortalecido y, por eso, demandaba el derecho a regirse a sí mismo. Proceso lleno de vicisitudes que habría de culminar ese nuevo 12 de febrero de 1818, cuando fue proclamada solemnemente la independencia nacional. Y que había sido precedido un año antes, en 1817, por otro 12 de febrero, aquel de la victoria de Chacabuco sobre las fuerzas realistas.
Fue un esfuerzo colosal el que realizaron los conquistadores y sus descendientes por hacer de esta nueva patria un lugar que mereciera llevar el nombre de tal y que fuera capaz de subsistir de manera independiente. Pero, fue un esfuerzo compartido: desde el comienzo, esa pequeña cohorte de soldados no tuvo ningún inconveniente en formar junto al mundo indígena que la rodeaba una nueva raza que vendría a ser la base de la raza chilena. Esa fue la que forjó los fundamentos de la nueva nación sobre todo durante los siglos XVI y XVII. Durante el siglo XVIII llegó un nuevo aporte español proveniente en su mayoría de la región de Castilla y del país Vasco. Todos juntos dieron origen a este nuevo país o "reino" de Chile como entonces se le llamaba.
El trabajo que llevaron adelante fue ciclópeo. Nunca podremos agradecerles de manera suficiente lo que ellos hicieron para dar a luz a Chile. Desde los gobernadores de esos siglos hasta el más humilde de los peones, criollos, españoles e indígenas trabajaron sin descanso. Así nacieron las ciudades del Valle Central; así, los campos de donde salía el trigo y la carne, la leche, el sebo y la fruta de los que todos vivían, y así la naciente minería que de a poco se constituiría en el gran fundamento de la riqueza nacional.
Llegó el año de 1810 y con él, el inicio de un nuevo proceso. Este país se atrevía ahora a demostrar cuánto había madurado y se había fortalecido y, por eso, demandaba el derecho a regirse a sí mismo. Proceso lleno de vicisitudes que habría de culminar ese nuevo 12 de febrero de 1818, cuando fue proclamada solemnemente la independencia nacional. Y que había sido precedido un año antes, en 1817, por otro 12 de febrero, aquel de la victoria de Chacabuco sobre las fuerzas realistas.
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