Con
atronadora majadería, los partidarios del actual gobierno y de la
coalición que lo apoya repiten sin cesar que Chile es, dentro de todos
los países del mundo, aquel donde las desigualdades sociales son las
mayores y más escandalosas. Es cierto, reconocen, que el país ha crecido
mucho durante las últimas décadas, pero agregan que ese crecimiento
ha pasado por el lado de la gran mayoría de los chilenos, dejándolos
sumidos en las mismas pobreza y carencias de antaño.
Es
asombrosa la ceguera que esta actitud denota: está a la vista la
multiplicación geométrica del parque vehicular, las carreteras atestadas
de vehículos mayores y menores, multitudes saliendo de la capital y las
ciudades más grandes durante los fines de semanas y vacaciones. Lugares
de turismo que hasta ayer eran privilegio de minorías, hoy se ven
desbordados por multitudes. Hasta 1973, en todo el país no había más de
200.000 estudiantes de educación superior; hoy superan el 1.200.000. Y
así sucesivamente. Y todo eso se logró rompiendo con el viejo socialismo
y abriendo espacio a la iniciativa privada.
Y porque se logró y
así Chile se colocó a la cabeza de los países del continente, y porque
sus habitantes nos hemos visto, de capitán a paje, beneficiados con este
crecimiento de la riqueza, hoy somos el destino preferido de quienes no
encontrando suficientes horizontes en los países vecinos salen al
extranjero a buscarlos. Con este paso apuntan a mejorar sus expectativas
y las de sus familias.
Son los pobres de nuestro continente
quienes han hecho por esta vía a Chile el país de sus preferencias. No
les interesa para nada cuán iguales o desiguales seamos sino sólo que
aquí se ha abierto la esperanza de encontrar un futuro mejor y más
humano. Los pobres han votado y han elegido a Chile. Para nada han
elegido aquellos países que apuntan al espejismo de la igualdad y por
ello frenan el crecimiento económico. ¿Quién emigra a Cuba, a Venezuela,
Ecuador. . .? Este triunfo se lo debemos al modelo que entre nosotros
instauró "la dictadura". Y que ahora este gobierno quiere destruir aun
al precio de que los chilenos tengamos que volver a la pobreza y al
subdesarrollo. Y al precio de que esos pobres que llegan de todas partes
del continente se vean obligados a retornar a sus países de origen y a
una miseria cada día más inhumana.
La experiencia es muy
clara: defender este modelo, sin perjuicio de introducirle mejoras, es
de lejos el mejor camino para hacer realidad la "opción preferencial por
los pobres" a la que nos impulsa con tanto ahínco la Iglesia Católica.
No hay comentarios.:
Write comentarios