jueves, 2 de marzo de 2017

LA D.C. Y EL PROYECTO SOBRE EL ABORTO

 






LOS ESCRIBAS Y LOS FARISEOS (Y JUDAS ISCARIOTE) TAMBIÉN TENÍAN UNA TAREA DE ESTADO

El Ministro del Interior Mario Fernández es un militante democratacristiano y confeso católico. Sin embargo, ha apoyado el proyecto del ley destinado a legalizar la práctica del aborto en tres casos a pesar de la evidencia de que se trata de un crimen y de la consiguiente condena por parte de la Iglesia a quienes lo apoyen. La senadora Goic, de ese mismo partido, ha concretado tal apoyo al votar favorablemente el proyecto en la Comisión de Salud del Senado.

Para justificar su posición, Fernández ha sostenido que "este (el de Chile) es un estado laico y por supuesto todos tenemos convicciones y debemos ser muy fieles a ellas; pero, yo estoy realizando una tarea de Estado, en un Estado en que hay separación con la Iglesia". Es decir, para Fernández, la tarea del Estado, porque es laico, sería la de permitir y colaborar con el asesinato de los chilenos más débiles y más inocentes. Y, porque está realizando esa tarea él, Ministro del Interior, se vería exento de cumplir con lo que la Iglesia enseña desde tiempos inmemoriales: No Matar. Sorprendente raciocinio, por decir lo menos, que abre la puerta desde luego para que, en atención al carácter laico de nuestra sociedad, esta legalización se amplíe indefinidamente hasta el punto de que el crimen pueda dominar sin contrapeso. Después de eso, todo podría llegar a estar permitido.

A pesar de lo sorprendente de este raciocinio, no debemos sorprendernos, pues él fue esgrimido por un grupo de los máximos criminales que recuerda la historia: los escribas y fariseos que llevaron a Cristo a la cruz. Y, con ellos, Judas Iscariote. De hecho, la presencia de Cristo amenazaba el poder que ejercían en las conciencias de quienes formaban parte del mundo israelita de la época. Por eso, no vacilaron en alegar una tarea de Estado para pedir a Pilatos la muerte de Cristo: aunque éste enseñaba que su reino no era de este mundo, se proclamaba rey y ponía en peligro el reinado de César.

Fernández y Goic juegan en esta pantomima de legislación el mismo papel que Judas Iscariote jugó en el simulacro de juicio que condenó a Cristo. Y las treinta monedas que cobró Judas son ahora el reconocimiento de los grupos políticos que apuntan a construir un mundo al margen de la ley de Dios y en el cual ellos tengan todo el poder. El ansia de participar de este poder pasa por sobre cualquier otra consideración.

Permitir, incentivar y aun financiar el asesinato de esas criaturas constituye un paso decisivo en el proceso de emancipación en que se encuentran tales grupos para hacer de la voluntad de ellos la norma rectora del ejercicio de la libertad, expulsando de la comunidad humana todo lo que huela a ley de Dios expresada en la naturaleza de las cosas. Por eso, nada les importa que la ciencia y el sentido común reiteradamente demuestren el carácter humano de tales criaturas. De ahora en adelante son ellos los que definen qué es lo bueno y qué es lo malo. Y para que a nadie le quede ninguna duda, esta ley así lo demuestra.

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