miércoles, 18 de enero de 2017

Diputado José Antonio Kast o el valor de la coherencia en política.

 




Sorpresa y fuerte impacto ha causado la renuncia del diputado José Antonio Kast a la UDI, partido en el cual militó durante veintidós años. Después de todo, en éste, su figura ha sido emblemática; entre otros motivos, porque siempre luchó al interior de ese partido y con toda lealtad, porque él se renovara a tiempo y porque mantuviera una estrecha coherencia con los principios que le dieron origen.

Hace 8 años, para alcanzar sus objetivos, Kast postuló a la presidencia del partido. Pero, no tuvo éxito. Al final, lo que se veía como una alternativa clara de renovación fue derrotada por la máquina montada por quienes venían dominando el partido desde muy atrás. Por eso, el hecho de su renuncia pública demuestra que Kast llegó a una definitiva conclusión; esto es, que no había posibilidad de cambio real y que su permanencia en la UDI sólo contribuía a validar un statu quo que se había vuelto impresentable. Es que la diferencia no radica sólo en la necesidad de un cambio generacional, sino en el hecho de que, bajo el gobierno de sus dirigentes tradicionales la UDI ha sufrido un profundo proceso de travestismo político, consecuencia del paulatino travestismo político de estos dirigentes. A propósito de un afán, legítimo sin duda, de desmarcarse de abusos de poder cometidos durante el gobierno militar, ellos han querido, lo cual ya no es tan legítimo, desmarcarse del mismo gobierno militar, del cual entusiastamente formaron parte. Incluso, de la legitimidad del pronunciamiento militar del 11 de septiembre de 1973. Muchos de estos dirigentes han caído en la trampa dialéctica de considerar que la historia contemporánea de Chile sólo viene a comenzar en septiembre de 1973, olvidando todo lo que ocurrió antes. Con lo cual, por cierto, se apartaban del ideario propio de Jaime Guzmán y que, en definitiva, a éste le costó la vida.

Con ello no han hecho sino volver la espalda a las raíces del partido y a la historia fidedigna del proceso que llevó a su constitución. Y quien se queda sin su historia, se queda sin un futuro que explique el por qué se quiere seguir existiendo. Esto se simboliza en la virtual entrega del partido a una candidatura presidencial como la de Sebastián Piñera de muchas de cuyas posiciones la UDI, en un pasado no muy lejano, siempre fue muy crítica. Las palabras de Joaquín Lavín de que Piñera es el candidato natural de la UDI y que lo demás es pura música calaron sin duda muy hondo en quienes están preocupados por el rumbo que toma el partido hasta el punto de planearse la pregunta de que, si eso es así ¿para qué mantener el partido?

El paso que Kast se ha visto obligado a dar, sin duda, le ha costado mucho dolor. Es el duro precio que ha pagado para mantener una excepcional coherenciacon los principios por los que se ha guiado siempre tanto en su vida pública como en su vida privada.

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