En el sitio de El Mostrador de ayer 13 de enero apareció un furibundo artículo donde su autora, Alejandra Zúñiga Fajuri, ataca a Soledad Alvear, ex-senadora y ex-Ministro de Estado, por la defensa que esta hace de la vida de los que están por nacer contra una eventual ley que entraría a legalizar el aborto de esas criaturas en las tres causales de las que ya tanto se ha hablado.
Para fundamentar sus dichos, Alejandra Zúñiga se remite a una sentencia de la Corte Interamericana de Justicia donde ésta sostiene que "el no nacido no es persona y, por tanto, no tiene derecho a la vida". La verdad es que si no se reconoce que el ser concebido por una relación sexual entre un hombre y una mujer es persona desde ese mismo momento, no se ve razón de por qué vaya a serlo después. Salvo una graciosa concesión por otros seres humanos que se arrogan el derecho a determinarlo a su arbitrio. ¿Por qué entonces después de nacer y no, después que hayan adquirido uso de razón? ¿O de que hayan llegado a la mayoría de edad o a los cuarenta años, etc.? El camino que abre la sra. Zúñiga lleva directamente al predomino de la arbitrariedad. Unos hombres se arrogarán el derecho de decidir cuándo los otros puedan ser considerados como personas y cuándo, no. Impredecibles consecuencias . . .
El reconocimiento de la condición humana de aquel ser concebido y que está por nacer es el fundamento para entrar a discutir los otros elementos de este debate. Es cierto que hay madres, jóvenes y aun adolescentes que pueden tener motivos de desesperación frente a un embarazo. Ellas deben recibir todo el apoyo posible y la sociedad no sólo no puede mezquinárselos, sino que tiene que estar preparada para entregarlo tan pronto cuanto lo necesiten. Legalizar el aborto y, por esa vía, condenar a esas madres a que sus cuerpos se conviertan en mesón de carnicería no sólo legaliza un crimen, sino que trata de ocultar la indiferencia y la mezquindad de unas autoridades que rechazan cumplir con su más elemental deber cual es el de prestar este apoyo que, en definitiva, es indispensable para la subsistencia de la sociedad puesta a su cuidado.
Soledad Alvear ha sido muy valiente en la defensa de estas criaturas y, por lo mismo, es mucho lo que tenemos que agradecerle. En esta tarea se ha demostrado una valiente cristiana, porque para el cristianismo la defensa de la vida del que está por nacer es un deber no porque se le haya ocurrido a un profeta o a un "gurú" sino porque es una condición mínima para la plenitud humana tanto individual como social y para que, respetando en este mundo los requerimientos de esa plenitud, podamos alcanzar la vida eterna junto a Dios.
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Artículo " Soledad Alvear, una mujer en contra de todas las mujeres" por Alejandra Zúñiga Fajuri, en El Mostrador
http://www.elmostrador.cl/
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