En
estos días se ha suscitado un debate acerca de la conveniencia de
otorgar indultos o, al menos, excarcelaciones a antiguos miembros de
nuestras Fuerzas Armadas y de Orden que cumplen pena de prisión
condenados por lo que se denomina "violaciones a los derechos humanos o
crímenes de lesa humanidad" cometidos durante el gobierno de esas mismas
fuerzas entre septiembre de 1973 y
marzo de 1990. Algunos de ellos llevan décadas en prisión hasta el punto
de que casi todos son ancianos y de que un número no menor de ellos
padece enfermedades terminales incluyendo Alzheimer.
Nadie
puede negar que varios de ellos cometieron actos ciertamente delictuales
y aun criminales; pero también es cierto que otros han sido acusados
prácticamente por presunciones que carecen, muchas veces, del debido
sustento y con olvido total de las circunstancias en medio de las cuales
esos hechos ocurrieron. Hay en estos juicios una total prescindencia de
los motivos por los cuales nuestras Fuerzas Armadas y de Orden se
vieron compelidas a asumir el gobierno del país y para que lo asumieran
como tales, es decir, porque portaban armas con las cuales poner orden
en el país y detener el proceso de disolución que éste enfrentaba y de
hacer frente a bandas subversivas cada vez mejor armadas y cada vez más
agresivas y audaces.
Es así como los procesos a los que se someten
estos uniformados no hacen honor a la verdad de la historia y, por eso
mismo, se alejan cada vez más del objetivo de hacer justicia para
transformarse en instrumentos de venganza.
La memoria debe
traspasar hacia atrás la frontera que trata de imponérsele a cualquier
precio, esto es, la del 11 de septiembre de 1973, como si la historia de
Chile, especialmente de las maldades, comenzara sólo ese día. Nuestra
Fuerzas Armadas y de Orden fueron llamadas a actuar porque el país no
podía soportar un día más la agresión de que era objeto y que era
dirigida desde el mismo gobierno; no podía soportar un día más el
desabastecimiento, las colas interminables y los precios de un mercado
negro que era alimentado desde las mismas empresas confiscadas por el
Estado de entonces, y porque la amenaza del uso de la violencia contra
la población inocente no era una pura bravata. Ella había sido declarada
legítima por los partidos y grupos que estaban en el gobierno y éstos
se aprestaban para aplicarla con todo rigor contra quienes se opusieran a
sus designios.
Más allá de lo que, en definitiva, se decida
sobre esos indultos o una eventual amnistía, es indispensable para el
país recuperar su memoria íntegra, sobre todo en días como los que
corren, cuando surgen movimiento, ideas y personas decididas a llevar de
nuevo al país por el mismo camino del fracaso en que terminó el
experimento marxista de esos días.
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