La
Ministro de Educación ha denunciado que las instituciones de educación
superior que dependen del grupo Laureate, entre ellas tres
universidades, hacen lucro con el servicio que prestan. Por tal motivo,
ha anunciado grandes investigaciones y veladamente ha amenazado con la
intervención de esas universidades y, aún, con la caducidad de la
autorización para operarlas.
Esta posición no hace sino demostrar cuán ideológico es el discurso del
gobierno. Cómo abomina de la iniciativa privada y no puede aceptar el
éxito de esas instituciones. En el fondo, busca un pretexto para
apoderarse de ellas y, en el hecho, para someter todo el sistema de
educación superior privado a una demolición retroexcavadora en mano. Al
respecto, es menester tener en cuenta que las instituciones del grupo
educan a 177.000 estudiantes; es decir, un número mayor que el de todas
las universidades que existían en el país en 1973, cuando la educación
superior era gratuita para los que la recibían e inexistente para todos
los demás; es decir, para el 90% de los jóvenes del país.
El
grupo Laureate invirtió en Chile porque creyó en el país y su
colaboración al desarrollo nacional ha sido muy significativa: se
cuentan por miles los jóvenes que han egresado de las aulas de las
instituciones del grupo. Y se cuentan por miles los funcionarios y los
profesores que ahí trabajan y reciben sus remuneraciones. Todo, cobrando
matrículas y aranceles aun inferiores a los que cobran la mayoría de
las universidades estatales. Es decir, a menor precio ofrecen a lo menos
igual sino mayor calidad. Y si, a pesar de eso, son capaces de ganar
plata, lo que se impone es aprender de ellos y no execrarlos. De ninguna
manera sumarlas al grupo de universidades estatales que viven de la
tajada del presupuesto que les pasa el estado. Pero, la Ministro de
Educación se esfuerza mucho más en ver la paja en el ojo ajeno que la
viga en el propio.
Ella, tanto como la misma Presidenta y todos
los altos funcionarios de gobierno, mantienen muy para callado que a
ellos también los mueve el lucro en el ejercicio de sus respectivos
cargos: todos los meses cobran sus sueldos que no son nada de malos.
Trabajan para que les paguen y, si no les pagaran, sin duda dejarían los
cargos y se buscarían remuneraciones -es decir, lucro- en otras partes.
Por eso, por lo demás, es recomendable tener mucho cuidado con la
condena al lucro. Es un punto que hay que tratar con la máxima seriedad
dejando de lado las consignas ideológicas.
Laureate ha
defendido tanto la honestidad como la legalidad de sus actuaciones. Y si
realmente hubiere algún problema, lo que corresponde es tratar de
solucionarlo pero nunca revolcarse contra una institución que tanto ha
colaborado a la educación de los chilenos. De lo contrario, ya sabemos:
administración estatal de recursos al modo del Transantiago con su
endémico mal servicio y un enorme déficit del cual tienen que hacerse
cargo todos los chilenos. ¿Es a eso a dónde queremos llegar con las
universidades?
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