En
unos días más asumirán sus cargos los nuevos alcaldes elegidos en la
última elección municipal. Entre otras ciudades, en Valparaíso. Mucho se
ha dicho y escrito acerca de cuán sorpresivo fue el resultado en esta
comuna donde quedaron derrotados de manera aplastante los candidatos de
las coaliciones tradicionales; en especial, el ahora ex-alcalde
UDI Jorge Castro quien postulaba a un tercer período. El ganador, Jorge
Sharp, elegido como abanderado de las fuerzas alternativas de la nueva
izquierda obtuvo, en cambio, mayoría absoluta de los sufragios.
Ciertamente, Valparaíso requería un cambio. Recordemos que Castro no
hizo sino representar una continuidad del gobierno comunal de los DC
Hernán Pinto y Aldo Cornejo que tanto daño causaron a la ciudad. La
ineptitud llegó hasta el punto de causar una enorme irritación en la
ciudadanía porteña la que, en definitiva, se plasmó en el resultado ya
señalado. Valparaíso, brutalmente, le volvió la espalda a las
coaliciones tradicionales, porque con mucha razón vio en ellas la raíz
de la decadencia que lo aflige.
¿Qué esperar ahora del nuevo
alcalde? Lamentablemente, los antecedentes de que se dispone no dan pie
para el optimismo. Sharp es muy joven, pero ya carga a sus espaldas una
historia marcada por la grosería para atacar a quienes considera sus
adversarios y por una capacidad de vandalismo y de destrucción
asombrosa. Más grave aún, los grupos políticos que lo respaldaron,
representados en el Parlamento por los diputados Boric y Jackson, son de
aquellos cuyo discurso político está marcado por una gran capacidad de
crítica, pero ninguna capacidad de construcción. Hacen su camino
fomentando los odios y las inquinas sociales y, quienes en ellos
militan, responden al rasgo de los iluminados a quienes no interesa
anunciar un itinerario de obras concretas, porque descansan en la
creencia de que asumiendo ellos el poder van a fluir solas las ideas que
permitirán a la ciudad o al país vencer sus problemas y marchar por la
senda del progreso indefinido . . .
El caso del proyecto de
construcción de un centro comercial y de un paseo costero en el sector
de Barón ha sido emblemático. Fuimos muchos lo que, al comienzo,
manifestamos nuestra desconfianza; pero los hechos han dado la razón a
los que han promovido ese proyecto. Frente al alegato de que los
terrenos asignados deben reservarse para la operación portuaria puede
decirse que durante los diez años que lleva la polémica, esos terrenos
nunca han sido necesarios para tal operación; ellos, por otra parte, han
sido ofrecidos por la misma Empresa Portuaria que ha de velar por la
adecuada gestión portuaria. Más importante aún, durante estos diez años
el comercio minorista de la ciudad se ha derrumbado, precisamente porque
la población va a hacer sus compras a los centros comerciales de Viña
del Mar o, derechamente, a Santiago. El único comercio que hoy florece
en Valparaíso es el callejero y, con él, la delincuencia, la suciedad y
el abandono. Y, cuando una ciudad no es capaz de ofrecer un servicio
básico como es el del comercio, la gente termina por cambiarse de
ciudad. Es lo que sucede en Valparaíso. Entretanto, de estos grupos a
los cuales pertenece el nuevo alcalde, no ha surgido ninguna idea
concreta para resolver este problema. Es que simplemente no les
interesa.
La máxima expresión de los desaciertos del anterior
alcalde UDI Jorge Castro ha sido precisamente el haber permitido que la
desesperación ciudadana le abra paso a un experimento que todo hace
prever que terminará mal. Quiera Dios otro destino para Valparaíso.
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Una versión de este artículo fue publicado hoy en El Mercurio de Valparaíso: http:// www.mercuriovalpo.cl/ impresa/2016/12/02/full/ cuerpo-principal/10/
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